jueves, 14 de mayo de 2015

Fragmentario Abierto a la Zona De Tolerancia: !advertencia zombi!

 I
 A Ramón Méndez Estrada
las lagartijas tatuadas en la entrepierna de las putas ya no le saben
porque lo saben a cielo maduro cayéndose a pedazos.
Bien decía el buen maestro Infra:
"Las lagartijas no saben / que viven en el tercer mundo."
Cuando tuve miedo a la muerte en Morelia
vi subirles lagartijas por el tobillo y las piernas 
al fantasma de invierno que es el alba negra. 
Esa Alba, que tú secuestraste;
 mientras las putas pagaban su diezmo al narco 
y yo las bendecía con mi semen.
El tiempo dio más pasos y me perdoné y te perdoné.
Al alba simplemente la dejé amanecer en otro lado.
De no ser por ti, quizà no me la hubiera madrugado.
Hoy, presentí tu muerte 
mientras acariciaba el tatuaje de una lagartija 
en las piernas de una puta michoacana en el DF.
Pero intenté imaginar que estarías bien,
que pagamos tributo suficiente al verso eterno
con mota, alcohol y más versos.
Que la vida sería tu vida hasta que yo llegara
con mi Jazztás Bluescando otro día de mala suerte? Impreso
 y no en digital, porque no a todos gusta.
Me hubiera gustado verte demoler mis estructuras verbales
con el mazo de McGregor
y mientras el verbo se hizo escombro
yo imaginándote que esta vez serías tú,
y no Papasquiaro, el que se saltara hasta la última página,
porque también a ti te gustaban los finales;
y me pidieras leerlo todo de un jalón de nuevo.
Hoy maldigo agradecido las veces en que acabè de pata de perro 
y tù me recibiste en el taller del remendar versos.
Las veces en que esperàbamos ansiosos el festival de poesìa de Morelia. 
Tù para hablar mal de èl, de Marco Antonio Campos 
y yo para robarme libros. 
Las veces que tù me contabas de Mario, de los infras, del alba; 
y yo te contaba de mis putas con las que vivì 
màs allà de la tarifa de la noche. 
En la hora de tu muerte estaba dàndome unos bisteces, según dice la noticia.
“Nunca te interesó mucho que yo fuera un ser atormentado por la vida
y la realidad de ser hombre”, bien podrías decirme.
Me decías muchas cosas, como que enseñara a perdonar.
Que perdonara a mi padre. Que buscara sus versos en
“esa zona donde las criadas riegan jardines y no hay niños jugando en la calle
ni borrachos tirados ni puestos de fritangas ni putas”.
Hoy, que la muerte vino a darle un masaje permanente a tus dolidos huesos;
“te arrancaste como los poemas,
como el vómito,
como los lugares pisados”;
mientras las “putas venden su hambre en camas rechinantes”
y me venden nuevamente el discurso de la madre abnegada
que lo da todo por los hijos
y que tanto odio.
Te me moriste Dramón; y estás viendo la televisión que ya no veías,
apagaste por fin el radio que siempre tenías y contemplas
“chavitas adictas a la televisión, la Coca Cola,
–pequeña patria
de sonrisas, corbatas, papeles, buenos días, ¿es la hora de salida?”
Te vi por última vez en Diciembre.
Te dije que ya no bebía ni fumaba y te invité un toque y unos tragos.
Te llevé pan de Acambaro.
No me arrepiento de alimentar tu autodestrucción.
Al fin y al cabo como tú decías tu felicidad:
“Ramón y su sangre regada en el cerebro”.
Me enseñaste a ser poeta salvaje y no bien niña,
como Gazpar Aguilera o Neftalí Corea. Ahí tu odio.
Me enseñaste a limpiar las palabras, a escribir sonetos.
A destruirlo todo para iniciar en Hora 0.
Nos poníamos locos en tu casa
y cuando empezaba a tambalearme
me obligabas al equilibrio.
A dejarlo todo para terminar lo que uno estaba escribiendo.
A escribir en serio.
Me hablaste del único premio de Poesía que vale la pena en México:
El Aguascalientes.
Que Bolaño era un pendejo por no hablar bien de los Méndez en
Los Detectives Salvajes.
Más de una vez te volví a robar “las palabras que recogí de todos,
la loca de evocar las tardes
mis poemas enfermos de
neruditis aguda.”
Después, como dices, vino la joda de estar solo.
Como cuando me decías que estudiara Artes Marciales
para dominar mi deseo de destrucción;
y yo bebía más y más
y como que me dormía
y ya no podía escucharte.
Todo consiste en “hablar de uno mismo con los calzones en la mano” nos decíamos;
“tirados en el basural de la noche, prendidos a un pellejo sucio”.
Porque, como sigues afirmando desde tu muertear agùdo,
somos “monos prendidos al seno de la naturaleza”.
Hoy, al llegar al DF,
tiré una playera blanca sudada y sucia.
¿Sabía ya que ahora que te has perdido,
debo estar prendido al seno de tus palabras?
“Lo daría todo por tirarme de cabeza al pozo”,
y qué pozo sería ese
sino aquel de la poesía que aparenta ser un espejo para Narcizo
pero en realidad es una planta carnívora
con los dientes recién afilados.  
“Dispuesto a darte la totalidad de mis milagros”;
le escribías con cartas a la poesía, 
y esta te respondía con la voz de su canto;
a la que nosotros nos encargábamos de emborrachar
porque el alcohol nos hace más humanos.
Somos hijos del azar. Y sí. “Sí, se sabe que el azar
no repite las maravillas que nos da de regalo
–rotas banderas de causas que pasaron de moda–.”
Y sí, nuestros versos sólo duran un instante.
“No me salvaré. No me salvará la poesía.”
Somos “moco colgado de la nariz de Dios”
“¡Pelaré perros!”
pelaré universos,
pelaré canones,
pelaré pastillas,
pelaré apostillas,
pelaré ovnis, zombis
y videojuegos-murciélago,
pelaré la hiperrealidad de la belleza porque como tú,
“La Eternidad era mi Ángel. Mi Musa, la Belleza.
La vida me paga deudas, me echa al regazo del asombro.
Al fondo, noté una especie de altar junto de un féretro.
Supe que era la muerte.”
Porque me morí un poquito al morirte tú,
porque me seguiré muriendo y tú ya no sabrás de esa
“eternidad, pequeña y simple como un orgasmo”.
¿O era al revés que el canto se cantaba a sí mismo? 
“La Tierra tiembla y canta su toque de alba.
Hoy me como mi hambre,
sacan a la ciudad por el Drenaje Profundo.”
Un dragón con sus ramos de fuego lo barre todo y,
“¿A qué estrella acogernos?
Las estrellas hace mucho que se escondieron en el fango del cielo.
Más muertes, muertes sobre muertes.”
En tu honor, seguiremos colgados de un poste
mordiéndole suave y violentamente el seno a la ausencia
para aprender las lenguas maternas prehispánicas.
Y ya atado al péndulo de Foucault;
“sacrificaré mis ganfritos, mis drogacolas, mis pincheroy.
Tierra de aztekas. Iré otra vez allá. A sacrificar niños.
A buscar niñitos para comérmelos.
Los encontraré en las cañadas, en los derrumbes,
en las campiñas húmedas.”
Hoy, en el día de tu muerte, más que alba, sol negro.
“Amanecer de un día Dos Lagartija
manantial sin diques, aguacero.”
Tus encomiendas de escritura experimental:
“Dar un largo paseo por la playa
y olvidarnos de todo
–sin pasado.”
“Tú me hiciste poeta.
Antes sólo grité.
A tientas en la penumbra
trastabillando voy
hacia la claridad que me penetra
a gritos pongo ronca mi escritura
astillas de cristal vienen en fila.”
Poesía: “ámame ahora, si aún puedes.
Si todavía estás viva, ámame.
Si todavía respiras, ámame.
Y si no me amas a mí, ama, simplemente ama
y extiéndete, y crece
mientras vivas
roja como sangre turbia en cielo pardo”
ROJA, ROJÍSIMA Y CUAJADA
como la sangre de Ramón Méndez
“mordida por venenos en vuelo...”
“Germina la oscura semilla de la muerte:
hace sombras, pero no aniquila;
echa brotes de luz como retoños.
Grito silencio
de tanto que traigo atragantado.
En la tumba que fui forjé mis alas.
Vine a parar a los sótanos del laberinto,
yo que viví en tu estrella.”
Ahora que te has ido a la tierra de los muertos,
“sin luz estoy”.
Me sentí infra cuando tú ya no
 y hemos sido “banda de kamikases, escuadrón de la muerte”
poetas salvajes que siguen tu obra.
“Estaría muerto, a no ser por esa lucidez atroz”
que también me enseñaste junto con algo de escritura esquizofrénica.
Ahora, “un ventarrón soy, un viento ebrio” retirado de la bebida.
Pero sigo creyendo, como tú;
“no es esto una ciudad: es la blasfemia”.
En “aquel día, como al pie
de la Torre de Babel” en que muy joven Rimbaud llegué a tu casa y te dije:
¿Eres Poeta? ¡Yo también! Quiero aprender de ti. ¿Puedo pasar?
Y entré al verso
“como si recitara mis poemas ante una tumba”
que no para de hablar en todas las lenguas de la poesía.
“Yo me quedé en el monte, deslumbrado”
como si en ese monte de palabras
crucificaran al niño Jesucristo de mis versos.
“Alcé la copa del olvido
para apagar la luz
y me hice sombra, y me vestí de harapos.
¡Aquí, las quiero a todas!, grité a las hadas.
¡Sombras, todas aquí!, grité a la Nada.
¡Todas aquí, cenizas, lumbreras consumadas!, grité.
Y se hizo de noche. Y sopló un viento helado.
Ardió en un fuego negro, en un sol negro,
de ésos que se comen la luz.
¿Cómo se encadenan los hechos
que dejan una estela de nostalgia y de loca poesía
en la fosa del alma?
Grito silente del rumor
que puebla los panteones.”
Pero que, como bien decías,
con el gozoso gusto de contradecirte:
“vanalidades son, son nadería.”
“Otra cosa nos mueve” me decías.
“Tú sabes la palabra –sólo es una–
para que tal augurio desacierte.”
Y de Morelia me “fui a picar piedra en la literatura
y tropecé con un diamante vivo.”
Que es mi Jazztásbluescando otro día de mala suerte?
Escrito con el amor y el odio que sentí por ti.
Y “por más que le ruegue al sustantivo
no lo revelaré con mi escritura.”
“Mágicas flores son, fueron soñadas,
y en ellas reverberan mis secretos.”
Ahora que estás muerto escribo
esto porque
“robé este ramo para ti, lo pinto
en el Libro del Jardín Encantado:
siempre es igual y siempre tan distinto.
Tiémblame el corazón, este extranjero,
en pecho ajeno, lumbre en la montaña,
necesidad nacida del arriero.”
Ahora que Sancho ha sido ascendido a Don Quijote
y de la mancha en la Literatura Mexicana,
todos somos todos somos
“Escudo protector del ventisquero”;
sé que las aventuras de tristes putas
nunca podrán salvarnos.
“En la noche
un mal jazz
un mal blues
un rock más triste que la jodida.”
Ahora, claro,
“además de pastura de gusanos
eres tema para ejercicio de la lírica.”
“Aves de rapiña
atornillados por la cultura Televisa:
¡Que venga Supermán!
¡Que haga strip tease la Mujer Maravilla!
Y a esta casa llegas tú, pez que han pescado.
En otra parte juega al juego tonto del borracho solo.
Triste pincel de espantos,
la quebradura que le anidó en el alma.”
Yo ya no sé de albas, porque sigo nadando en la luna.
Sigo buscando sorber
“pezones de capulín”; aunque
“en la noche
un mal jazz
un mal blues
un rock que pasa de una escena a otra escena
y en realidad
no pasa más que el bronco grito:
nos vale madre la teoría
y ejercemos la práctica en la cama.
Este tiempo nos ha vuelto a los poetas unos gritones:
andamos a la caza de palabrotas
para volarle la tapa de los sesos a la cultura,
para dinamitar la torre de marfil donde presumen esconder la poesía,
para aventar disparos, disparates
con el propósito de quebrar esa costumbre atroz
de sacar lustre al loro.
Y de todas maneras, aunque no lo admitamos, sentimos
la comezón del orgullo por nuestros versos.
Muerte
y ya está aquí la Muerte
una estentórea voz de trueno
una mirada de relámpago
pie de viento
no tengo tus senos para colgarme de ellos como un garabato enfurecido
soy un hombre-garabato
un merolico callejero
selva rumorosa de los gritos salvajes
aquí dice
Una cervecería disfrazada de lonchería
y un montón de pirujas
disfrazadas de niñitas de barrio.
Hay probabilidades de morir.
Se clavan una imaginación en la entrepierna
musa de mis poemas pornográficos.
La bella época
de los versos livianos en el aire,
imita la batucada de la lluvia
nos obliga a dibujar los mapas de las constelaciones
el afán de predecir los terremotos,
de pronosticar las catástrofes
tobogán al desastre
Largo discurso sin esquinas:
un enjambre de pájaros.”
Estoy de sol ado: magía del infrarrealismo.
Estoy de nomeolvides corazón que estalla.
Hasta no verte, Infraín mío.



 II
La ausencia de por vida es una presencia